Obviedades sobre el Corazón de Jesús.

“Quiero hablar de un amor infinito, que se vuelve niño frágil, amor de un hombre humillado, quiero hablar de un amor apasionado… quiero hablar del corazón de Jesús”. P. Cristóbal Fones, SJ.
Partamos desde una obviedad, Jesús se hizo hombre como nosotros, por ello tuvo un corazón. Ese corazón latió como el nuestro, le dio fuerza como el nuestro, ese corazón amó como deberíamos de amar nosotros. Juan Pablo II lo dijo con estas palabras:
“Junto al Corazón de Cristo, el corazón del hombre aprende a conocer el sentido verdadero y único de su vida y de su destino, a comprender el valor de una vida auténticamente cristiana, a evitar ciertas perversiones del corazón humano, a unir el amor filial hacia Dios con el amor al prójimo. Así –y esta es la verdadera reparación pedida por el Corazón del Salvador– sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, se podrá construir la civilización del Corazón de Cristo”[1].
Juan Pablo II.
Volvamos a las obviedades, los padres tienen un corazón como Cristo, por eso quieren el bien para sus hijos. El corazón es el sitio privilegiado para el acompañamiento del amor de Cristo. Lo que necesitamos es acompasar nuestro corazón al Corazón de Jesús. Esto lo podemos hacer en cada Eucaristía, donde vivimos el amor de Cristo presente que se sigue dando a los hombres. En la Eucaristía nos encontramos como hermanos, en igualdad de condición y nos unimos a Dios, en la Eucaristía dejamos de ser ‘Egóticos’ y nos volvemos miembros de la comunidad de Cristo, Hermanos.
Este amor (experiencia) por la eucaristía es lo que deberíamos compartir con nuestros hijos, porque unos padres que viven la Eucaristía, que son testimonio de fe, esperanza y caridad encienden el corazón de sus hijos.
Ese calor de hogar que debería de generar el acompasar el corazón al Corazón de Cristo es lo que debería climatizar el hogar para que Cristo Reine en las familias y podamos, cómo dijo Juan Pablo II, construir la civilización del Corazón de Cristo.
Esto que os digo en este pequeño artículo, debería ser una obviedad… pero lamentablemente en nuestra sociedad no lo es. La solución creo que es muy sencilla: ¡Vivamos los sacramentos! Dejémonos acompasar por el corazón de Jesús.
[1] Juan Pablo II, Carta al Preposito de la Compañía de Jesús, en: Ramiro Pellitero, Educación y humanismo cristiano: una aportación de belleza y esperanza (Astrolabio), Pamplona: EUNSA 2021, p. 119.